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“Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos (...)”

Domingo XXV del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 9, 30-37) – 20 de septiembre de 2015


Las actitudes van dibujando lo que tienes en tu corazón. Si tienes maldad la reflejas en el maltrato contra los débiles, si tienes bondad la manifiestas en el respeto a los demás.


Es un gran privilegio escucharle al mismo Jesús, los discípulos tienen una predicación personalizada, especial, exclusiva. Pero dicho privilegio no se compara al privilegio que han aprendido en la sociedad.


El gran privilegio de ser discípulo, es decir, abierto al aprendizaje cognoscitivo, actitudinal, humano,… El ser discípulo implica ser como Jesús. Ser como el que es condenado injustamente y abandonado por sus amigos. Jesús está procurando explicarles a los discípulos este camino a la cruz, esas cruces que todos vamos cargando, cómo, sólo Dios sabe, pero aparece la testarudez y su gran preocupación es ¿Quién será el más importante en el grupo? ¿Quién ocupará el puesto más elevado? ¿Quién recibirá más honores?



Estas preocupaciones que desgasta la vida de las personas, a los jóvenes les hace exprimir el bolsillo de sus padres para tener más, a las mujeres llorar su baja autoestima disfrazada de “amor propio”, a los hombres alardear de lo que han logrado. Es una cadena maligna y llena de sufrimiento par quienes siempre andan descontentos, no tienen ni una pisca de agradecimiento porque creen que su inteligencia lo da todo. Es el clamor de un corazón que sufre profundamente la ausencia de Dios, del gran amor de los amores.


Jesús no se deja tratar como ingenuo ni pelele y les pone en evidencia que son infelices presumidos, pues no dirigen bien sus metas, los lugares de honor son, a veces, la silla de la corrupción, de la mentira, de la injusticia, del “más vivo”…


Las dos grandes propuestas para ser feliz las presenta con dibujitos: servicio y humildad, sirviente y niño, disponible y limpio de corazón, el último y pequeño, sin lugar privilegiado y expuesto a la voluntad.


Las actitudes de servicio y pequeñez han sido sacadas de nuestra mente como una apatía o como un signo de debilidad. Las personas prefieren comer tranquilas que servir a las mesas, hacer lo que quieren que la voluntad del Padre Dios, ser tratadas con verticalidad que como hermanos.


Oración:


Dios Padre lleno de amor, 

Quiero ser servidor, 

De esos que te caen en gracia, 

De esas manos fuertes, mente ágil, piernas veloces; 

Enfrentar la vida con humildad, 

Saber valorar el trabajo de los demás, 

Respetar y no maltratar a mis seres queridos. 

Bendice hoy a los niños, 

Lléname de esa inocencia y alegría, 

Dame esa pequeñez llena de esperanza, 

de crecimiento, de futuro y alegría 

Que mis anhelos de honores y privilegios 

No me haga minusvalorar ni insultar, 

No quiero ser injusto, 

No me sueltes a la soberbia, 

Que las ansias de poder, 

No me hagan llenar mi vida de infidelidades, 

Que mi lujuria no insulte a los pobres, 

Que mi pereza no me haga esclavizar, 

Que mi gula no me haga olvidarme de los niños, 

Que mi ira no maltrate a mis seres queridos, 

Que mi envidia no desprecie a los demás, 

Que m avaricia no me doblegue a la corrupción o dependencia, 

Que mi vanidad no me denigre.


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